Fundamenta Tu Familia En La Palabra
Centro Familia Cristiana Tampa • February 9, 2025
Fundamenta tu familia en la Palabra
Comenzamos el mes de la familia con una serie especial: Familias Fuertes, Generaciones Firmes. En la primera enseñanza se estableció la base de la familia sobre el Amor en Acción. El pastor Giovanni, nos enseñó que el amor de Dios es acción, no simplemente un sentimiento.
En la enseñanza de hoy profundizamos en la importancia de solidificar nuestras familias en el amor de Dios y en el fundamento de Su Palabra.
I. La Palabra de Dios como fundamento
La Biblia nos dice en Deuteronomio 6:5-7: “Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales. Apréndete de memoria todas las enseñanzas que hoy te he dado, y repítelas a tus hijos a todas horas y en todo lugar…”
Esto nos deja una gran responsabilidad; no solo conocer la Palabra, sino transmitirla y enseñarla a nuestra familia y a las generaciones.
En la sociedad de hoy las familias enfrentan muchos desafíos. Los valores que se promueven son inestables, pero la Biblia nos ofrece principios eternos que garantizan hogares firmes.
Algunas claves para lograrlo:
- Leer y estudiar la Palabra juntos en casa.
- Modelar con nuestro ejemplo lo que enseñamos.
- Crear tiempos de devoción y oración en familia.
II. Amor como vínculo perfecto de unidad
Uno de los mayores desafíos en la familia son los conflictos. Pablo exhortó a los creyentes en Colosenses 3:13-14 a perdonarse y amarse, porque el amor es el mejor lazo de unión.
Cuando falta el perdón y reina el orgullo, las relaciones se debilitan. En cambio, un hogar donde se practica el amor y la gracia de Dios produce hijos emocionalmente sanos y espiritualmente fuertes.
¿Cómo podemos fortalecer la unidad en nuestra familia?
- Perdonando y evitando la crítica destructiva.
- Expresando amor con palabras y acciones.
- Priorizando el respeto y la comunicación.
III. Dejando un legado de fe
El Salmo 78:4-7 nos recuerda que debemos transmitir la fe a las futuras generaciones. No basta con que nuestros hijos sepan de Dios; deben aprender a amarlo y confiar en Él.
Para dejar un legado espiritual duradero:
- Creemos un ambiente de oración en casa.
- Enseñemos la importancia de congregarse y servir a Dios.
- Oremos por nuestros hijos y futuras generaciones.
Resumen:
Si queremos familias fuertes que produzcan generaciones firmes, debemos:
- Edificar nuestro hogar sobre la Palabra de Dios.
- Modelar el amor y la unidad.
- Dejar un legado espiritual sólido.
La oración de hoy; “Dios ayúdanos a hacer de nuestro hogar un testimonio vivo de tú gracia, poder y amor, donde estemos fundamentados en tú Palabra”.
Intimidad que Desata Poder Parte 2 Serie: Oraciones que Transforman Por el Pastor Iván García “Nuestra intimidad con Dios desata poder; por eso hago una invitación a levantarnos y transformar nuestros entornos desde el abrazo de Dios como Padre.” La semana pasada hablamos de cómo la autoridad en la oración nace de la relación con el Padre, de cómo debemos orar desde nuestra identidad como hijos y no desde el esfuerzo, y de cómo la oración transforma desde adentro hacia afuera. Hoy vamos un paso más allá con una pregunta clave: ¿Cómo sostenemos la autoridad que logramos mediante la oración íntima que desata poder? La respuesta es clara: La autoridad se sostiene en la obediencia. En Mateo 8:5-10 vemos al capitán romano decirle a Jesús: “Di la palabra y mi criado sanará”. Este hombre entendía el principio de autoridad porque él mismo vivía bajo autoridad. Reconocía que Jesús caminaba bajo obediencia al Padre, y por eso tenía poder. Obediencia y autoridad van de la mano. Juan 14 nos recuerda que el que ama a Jesús, guarda su palabra. ¿Y qué es guardar su palabra? Es permitir que Cristo sea formado en nosotros. Es vivir conectados al corazón del Padre. La obediencia es el terreno fértil donde crece la verdadera autoridad. No se trata de declarar cosas; esto trata de vivir bajo autoridad, de caminar en obediencia y relación. El cielo respalda al que obedece. Jesús mismo lo modeló en obediencia y como su estilo de vida. Él no enseñó sobre oración solamente, Él vivía en oración. Lucas 5:16 nos dice que muchas veces se apartaba a orar. Esa intimidad era su fuente de poder. El objetivo de la oración no es el poder, es la relación. Lucas 10:20 nos recuerda que no debemos alegrarnos por lo que hacemos, sino porque nuestros nombres están escritos en el cielo. ¡Eso es lo más glorioso! Ser hijos, estar conectados al Padre. Imagina un celular moderno, con todo el potencial… el uso constante le va agotando la batería por eso es necesario recargarlo conectando a la fuente de energía, Jesús es cargador que mediante la relación con El en oración nos conecta al Padre la fuente de energía. Podemos tener dones, conocimiento, talento… pero sin intimidad con Dios como Padre. Conclusión: Si hoy estás leyendo este “blog” y aún no tienes esa relación con Jesús, déjame decirte: Él es el camino al Padre. No necesitas ser perfecto, sólo creer y confesar tu fe. Romanos 10:9 dice: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor… y los cree en el corazón serás salvo.” Hoy está disponible para ti esa intimidad que transforma y desata poder. No ores desde el esfuerzo. Ora desde la relación con el Padre. Ora como hijo. ¡Ahí está el verdadero poder! Pr. Iván García
Intimidad que Desata Poder Serie: Oraciones que Transforman “Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.” – Hechos 4:13. En esta serie hemos redescubierto que la oración no es solo una práctica religiosa, sino una relación viva con Dios como nuestro Padre. Jesús, al enseñarnos el Padrenuestro, no nos dio una fórmula, sino su estilo de vida. Comienza con una palabra poderosa: “Padre”. Eso establece inmediatamente nuestra identidad de hijos. La relación de padre e hijo es una de las más íntimas que existen. Aunque en la vida terrenal algunos hayan vivido experiencias familiares disfuncionales, el corazón de Dios como Padre es perfecto, cercano, amoroso y accesible. Desde esa relación nace una oración poderosa. ¿Qué es intimidad con Dios? La intimidad espiritual es una conexión profunda con el Padre. Se cultiva al abrir nuestro corazón en oración, adoración y obediencia. En esa intimidad encontramos identidad, propósito y autoridad. Como bien dijo un mentor: “Si el diablo está de pie en tu casa, tal vez es porque tú no estás de rodillas.” 1. La autoridad en la oración nace de la relación Jesús oraba constantemente. Lucas 5:16 dice que se apartaba a lugares desiertos para orar. Su autoridad no venía solo por ser el Hijo de Dios, sino por estar conectado con el Padre. Juan 15:7 nos da una clave: “Si permanecen en mí… pidan lo que quieran y se les concederá”. La autoridad no se improvisa, se construye desde la permanencia en la relación. No se trata de gritar más fuerte, sino de hablar desde el corazón del Padre. Principio: La intimidad con Dios es el terreno fértil donde crece la autoridad espiritual. 2. Oremos desde nuestra identidad de hijos Romanos 8:15 nos recuerda que hemos recibido el espíritu de adopción. ¡Ya somos hijos! No oramos para convertirnos en algo, oramos porque ya lo somos. Muchos viven como si fueran huérfanos espirituales, cuando en realidad el Padre está deseando relacionarse con ellos. Aunque el hijo pródigo se alejó, su Padre nunca dejó de amarlo ni de esperarlo. Principio: Orar con autoridad no es cuestión de experiencia, sino de identidad. 3. La oración transforma lo interno y lo externo Como enseñó la pastora Edna, la oración persistente sana las heridas del alma. Marcos 11:23-24 nos muestra que la oración con fe puede mover montañas, sean físicas o emocionales. No se trata solo de cambiar circunstancias, sino de ser transformados por dentro. Cuando oramos desde una identidad afirmada en el amor del Padre, lo que vemos cambia porque nosotros también cambiamos. Principio: La oración con autoridad cambia lo que vemos y nos afirma en lo que somos. Hoy quiero invitarte a volver al lugar secreto. A hacer de la oración tu lugar seguro. No la veas como una carga, sino como un regalo. No la veas como una fórmula, sino como una relación. No ores desde la culpa, ora desde la comunión. No ores desde el miedo, ora desde el amor. Tu voz tiene peso en el cielo, porque eres hijo. Principio final: Nuestra intimidad con Dios desata poder; levantémonos y transformemos nuestro entorno desde el abrazo del Padre.
Serie: Oraciones que transforman Blog 2: Sanando desde lo profundo por medio de la oración Por la pastora Edna García Hay heridas que no se ven, pero duelen profundamente. Heridas que marcamos con una sonrisa para que nadie note que aún sangramos por dentro. Pero, ¿sabes algo? Dios sí las ve. Y más aún… Él quiere sanarlas contigo, desde lo más profundo. Jesús contó una parábola en Lucas 18:1-8 sobre una viuda que insistía sin rendirse, pidiendo justicia. Aunque el juez era injusto, terminó escuchándola por su insistencia. Jesús nos enseñó con esta historia que debemos orar siempre, sin desanimarnos. Como pastora y consejera, he escuchado muchas veces: “Ya oré y nada cambió”. Pero lo que tal vez no hemos entendido es que la oración no solo cambia lo que está afuera… también transforma lo que está adentro. Hay un poder especial cuando oramos con persistencia. Estudios lo confirman: la oración reduce la ansiedad, mejora el enfoque y fortalece la mente. Pero más allá de lo científico, hay una conexión divina entre tu alma y el corazón de Dios cuando oras. ¿Cómo sanar desde lo profundo? Aquí te comparto tres pasos sencillos, pero poderosos: Paso 1: Reconoce la herida Hay dolores que hemos escondido: rechazos, pérdidas, fracasos, injusticias. Pero lo que no se reconoce, no se sana. Hazte esta pregunta: “¿Qué parte de mí necesita hablar con Dios desde lo profundo?” Dile al Señor: “Muéstrame lo que aún me duele.” Paso 2: Ora desde el dolor, no desde la apariencia Dios no espera oraciones perfectas, sino reales. Como la viuda, ve a Él con tu verdad, no con una máscara. Puedes decirle: “Dios, esto me duele. No sé cómo resolverlo, pero aquí estoy. Sáname desde dentro.” Paso 3: Persiste en la oración La oración persistente fortalece tu alma y desarrolla resiliencia. Jesús en Getsemaní nos enseñó que es válido mostrar angustia, pero también nos mostró que, al orar con sinceridad, uno se levanta fortalecido. Quizás hoy te sientes cansado, ignorado o herido… pero no estás solo. Dios está atento. Y si tú no te rindes en la oración, Él no se rendirá contigo. Recuerda esto: “No importa cuán profunda sea la herida… Dios puede llegar hasta allí y sanar lo que nadie más puede tocar. Cuando me rindo en oración, algo se mueve dentro de mí: mi alma se fortalece, mi fe respira, y mi esperanza reverdece. Porque Dios me escucha… y Él me sana cuando oro con fe, con verdad y con persistencia. Hoy decido no rendirme, decido orar… orar hasta sanar.” Con amor, Pastora Edna García
Serie: Oraciones que Transforman Título: Señor, enséñanos a orar Un día, mientras Jesús oraba, uno de sus discípulos le pidió: “Señor, enséñanos a orar…” (Lucas 11:1). Ellos sabían orar, eran hombres acostumbrados a la oración desde pequeños. Pero al ver a Jesús, notaron algo diferente. No era solo lo que decía, sino cómo se relacionaba con el Padre. Y ese modelo es el que queremos redescubrir en esta serie: Oraciones que Transforman. Comenzamos con esta verdad: la oración no es un accesorio para el creyente, es la esencia de nuestra relación con Dios. Más que pedir cosas, orar es conectar con el Padre. Jesús no les dio a sus discípulos una oración mecánica, les entregó un modelo de vida. El Padrenuestro no es solo para recitarlo; es un mapa que nos guía a vivir en relación con Dios. Por eso, hoy quiero compartir contigo un modelo práctico basado en la enseñanza de Jesús. Lo llamamos A.C.T.O.S., y cada letra representa un paso para tener una oración completa y significativa: A - Adoración:
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mateo 6:9)
Comienza enfocándote en quién es Dios. Adora primero. Cuando dices “Padre”, recuerdas que no estás solo. Eres hijo, tienes identidad y propósito. C - Confía en Su voluntad:
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad” (Mateo 6:10)
Entrega tus planes. Rinde tu voluntad a la de Él. La oración no es para que Dios haga lo que queremos, sino para alinearnos con lo que Él quiere. T - Transforma tu corazón:
“Perdónanos… como también nosotros perdonamos” (Mateo 6:12)
Examina tu interior. La oración nos lleva a perdonar, a sanar y a pedir perdón. Dios quiere una relación libre de obstáculos. O - Opera en gratitud:
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (Mateo 6:11)
Agradece antes de pedir. La gratitud fortalece la fe y abre puertas. Reconoce todo lo que Dios ya ha hecho por ti. S - Supliquemos:
“Líbranos del mal” (Mateo 6:13)
Ahora sí, presenta tus peticiones. Pero hazlo desde la paz, sabiendo que Dios es tu Padre y te escucha. Este modelo es una herramienta sencilla pero poderosa. Te invito a que esta semana lo practiques cada día. Tómate un momento para caminar por cada paso. No solo verás cambios en tus circunstancias… también verás transformación en tu corazón y en tu fe. Si hoy deseas comenzar una nueva vida con Jesús, haz esta oración:Señor Jesús, te entrego mi corazón. Perdona mis pecados, límpiame y enséñame a vivir contigo. Te recibo como mi Salvador. Amén. Recuerda, La oración transforma, pero más aún, la oración nos forma. Que esta serie sea un tiempo de crecimiento y encuentro con el Padre. Pastor Iván García
En Sus Brazos Hay Vida “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” Juan 11:25-26 Hoy celebramos el evento más poderoso de la historia: ¡Jesús está vivo! Sí, murió en la cruz, pero no se quedó allí. La muerte fue necesaria, pero la resurrección fue inevitable. La tumba no tuvo la última palabra. En los brazos de Jesús, donde hubo muerte, ahora hay vida. Y no hablamos solo de una vida después de la muerte. Hablamos de una vida que empieza hoy. Una vida que transforma, restaura y renueva. En sus brazos hay vida… y esa vida también es para ti. 1. En Sus brazos hay vida para los muertos Cuando Jesús se acercó a la tumba de Lázaro, gritó: “¡Lázaro, ven fuera!” Y el que estaba muerto… vivió. Así es Jesús: no solo promete vida, ¡la da! Muchos caminan hoy respirando, pero por dentro están muertos: por el pecado, la culpa, la ansiedad, la tristeza o la desesperanza. Pero Jesús sigue llamando. Su voz tiene poder para resucitar lo que parecía terminado. Principio de vida: Si puedes oír Su voz, puedes resucitar. 2. En Sus brazos hay vida para los heridos Jesús no escondió sus cicatrices al resucitar. ¿Por qué? Porque en Sus heridas hay sanidad. “Por sus heridas fuimos sanados.” (Isaías 53:5) Él entiende el dolor, la traición, el abandono. Pero no vino a juzgarte, vino a sanarte. Sus brazos no rechazan, Sus brazos abrazan. Principio de vida: Las heridas de Cristo son medicina para las nuestras. 3. En Sus brazos hay vida para siempre Jesús dijo: “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.” La resurrección no es solo una historia del pasado. Es la prueba de que Jesús venció la muerte… para siempre. Y eso nos da esperanza eterna. Una vida que no termina y que empieza hoy, cuando decides creer en Él. Hoy es tu momento. En los brazos de Jesús hay vida: Vida que levanta lo que está muerto Vida que sana lo que está herido Vida que jamás se acaba La resurrección de Cristo no solo cambió la historia, también puede cambiar tu historia. No te ofrezco una religión. Te ofrezco una relación real y personal con el Cristo resucitado. Ven a sus brazos. Ahí comienza tu vida… Pr. Iván “Desde el escritorio de mi corazón”
Hoy comenzamos una serie especial que nos lleva al corazón de nuestra fe: los brazos de amor del Padre, extendidos en la cruz. La cruz no fue solo un evento del pasado, fue una declaración eterna que dice: “No te soltaré”. No fue un accidente, fue un acto intencional de amor eterno. Isaías 53:4-5 nos recuerda que Jesús llevó nuestras enfermedades y dolores. No era su carga, era la nuestra. Él cargó con nuestras culpas, errores y quebrantos, todo por amor. La cruz no fue un símbolo vacío, fue un abrazo que aún hoy nos sostiene. Una verdad importante que quiero que recuerdes es esta: “El mismo amor que te salvó, es el mismo amor que te sigue sosteniendo”. No importa cuánto tiempo lleves en la fe, ni cuán fuerte hayas sido en el pasado. Todos necesitamos regresar a la cruz, no solo para pedir perdón, sino para descansar. Hay momentos en la vida en que el alma se cansa. Puedes estar sirviendo, liderando, predicando… pero aún sentirte agotado. En esos momentos, recuerda que no caminas solo. Sus brazos siguen abiertos para ti. Una vez escuché a un pastor contar cómo su hijo enfermó con fiebre alta. No podía hacer mucho, pero se sentó junto a su cama toda la noche. Solo su presencia le dio paz al niño. Así es Jesús contigo. Él no solo llevó tu dolor en la cruz, también está presente en tus noches más oscuras. Isaías también nos dice: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados…” (53:5). Esta es una de las partes más poderosas del mensaje: Cada herida tenía nombre y propósito: Su espalda fue marcada por nuestras culpas. Su corona de espina en la frente, por nuestros pensamientos. Sus manos traspasadas, por nuestras decisiones. Su costado abierto, por nuestro corazón. Sus pies martillados, por nuestros caminos. No hay otra forma de explicar esto, sino como un amor perfecto. Un amor que lo dio todo sin condiciones. Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13). Y a nosotros nos llamó amigos. No sirvientes, no extraños… amigos. Si alguna vez dudas de tu valor, mira la cruz. El cielo entregó lo más valioso no para impresionarte, sino para salvarte y sostenerte. La cruz no es solo para los que llegan por primera vez, también es para los que necesitan continuar. Hoy te invito Por eso, hoy te invito a descansar en los brazos que nunca se han cerrado, en los brazos de Jesús que te siguen sosteniendo. Pr. Iván García
La Genética de Dar: Reflexión Final Al finalizar nuestra serie de mensajes “La Genética de Dar", queremos reflexionar sobre la importancia de la generosidad en nuestras vidas, y el impacto para las nuevas generaciones. Este mensaje es un llamado a entender que dar va más allá de lo material; es una expresión de amor, gratitud y conexión con Dios. Dar con Propósito: Más Allá del Dinero Dar con propósito significa que nuestra generosidad no solo impacta financieramente, sino que también implica la entrega de nuestro tiempo, talentos, dones y servicio. La Biblia nos enseña en Hechos 20:35 que "más bienaventurado es dar que recibir", y nos llama a reflejar la generosidad de Dios en nuestra vida diaria. Generosidad como Disciplina Espiritual La generosidad debe convertirse en una de nuestras disciplinas espirituales. Cuando damos, no solo transformamos y bendecimos a otros, sino que también moldeamos nuestro propio carácter. Se trata de vencer el egoísmo y entender que todo pertenece a Dios. La generosidad es una semilla que se siembra y produce frutos espirituales, morales y materiales. En 2 Corintios 9:10-11 dice. “…y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios”. Impacto en las Nuevas Generaciones Es fundamental que las nuevas generaciones comprendan el valor de dar. Al enseñarles que nuestra generosidad tiene una dimensión eterna, estamos cultivando corazones que reflejen la luz de Cristo en el mundo. Nuestro objetivo es alcanzar, restaurar y edificar a las familias de la tierra, fomentando una cultura de amor y servicio. Compromiso y acción Animamos a todos a buscar la dirección de Dios sobre cómo pueden dar, asegurándose de que sea un acto genuino, nacido del amor y no de la obligación. Juntos, podemos cumplir nuestra misión de reflejar la luz de Cristo y transformar corazones a través de la generosidad. En conclusión, dar con propósito, más allá del dinero, es más que una transacción financiera; es un acto que refleja nuestro amor, gratitud y conexión con Dios. Sigamos el ejemplo de Cristo y hagamos de la generosidad una parte esencial de nuestra vida espiritual. Pastor Iván García
La Genética de Dar Parte 3: Administradores del Diseño En esta serie, hemos aprendido que el dar es parte de nuestra identidad, porque llevamos la genética de Dios. En la segunda enseñanza, el Obispo RC, nos confrontó con una verdad clave: “No somos dueños, sino administradores de lo que Dios nos ha confiado. Ahora, vamos un paso más allá: ¿Cómo administramos el diseño de dar que Dios nos ha entregado? Jesús nos ilustra esto en Mateo 25:14-30, con la parábola de los talentos. A cada siervo se le dio una cantidad según su capacidad, y se esperaba que lo administraran bien. Lo mismo ocurre con nosotros: Dios nos ha confiado recursos, dones y oportunidades, esperando que los usemos para su gloria. Puntos claves en la administración del diseño: 1. Dios nos confió recursos para administrarlos “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan” (Salmos 24:1). Todo lo que tenemos proviene de Dios. Él nos ha dado talentos, tiempo y provisión, no para retenerlos, sino para multiplicarlos y bendecir a otros. Un buen administrador invierte bien lo que recibe, pensando en el impacto futuro. Cuando damos, demostramos que confiamos más en Dios que en nuestros recursos. 2. La administración revela nuestro corazón “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel…” (Lucas 16:10). Nuestra fidelidad en lo pequeño determina lo que Dios nos confiará en el futuro. Jesús dijo que hay más bendición en dar que en recibir (Hechos 20:35), porque el dar transforma nuestra mentalidad y nos posiciona para recibir más. Quien solo quiere recibir, pero no da, vive con una mentalidad de escasez. Quien entiende el poder de dar, entra en la economía del Reino. 3. Dar es sembrar para las generaciones futuras “El hombre de bien deja herencia a sus nietos…” (Proverbios 13:22). Un buen administrador piensa más allá de su necesidad inmediata. Lo que sembramos hoy impactará a nuestros hijos y a la iglesia del mañana. Creemos en esta generación. Dios los ha escogido, y debemos afirmarlos en su propósito. Invertir en discipulado, formación y espacios adecuados es clave para su crecimiento espiritual. 4. La visión requiere inversión “Los planes bien pensados y el arduo trabajo llevan a la prosperidad…” (Proverbios 21:5 NVI). Para impactar generaciones, se necesita más que oración: se requiere acción y compromiso. Nuestra generosidad fortalece la misión y expande el Reino. En Dios somos capaces de manejar grandes retos, pero debemos avanzar estratégicamente. Conclusión: “Somos colaboradores de Dios…” (1 Corintios 3:9). La bendición está en el dar. Al administrar con fidelidad, nos alineamos con Dios y nos convertimos en instrumentos de su Reino. Es tiempo de dar el paso y ser fieles administradores del diseño que Él nos ha confiado.
En esta sección “Desde el escritorio de mi corazón”, les comparto el “Blog” ¿Dueños o Administradores?, extraído de la enseñanza de nuestro Obispo, Roberto Candelario como parte de la serie:La genética de dar. ¿Dueños o Administradores? En nuestra serie La Genética de Dar, hemos explorado cómo la generosidad no es solo un acto externo, sino una expresión de nuestra identidad espiritual. Hoy nos enfrentamos a una pregunta clave: ¿Somos dueños o administradores de lo que poseemos? La cultura nos dice que el éxito se mide por lo que acumulamos, pero la Palabra de Dios nos enseña que todo le pertenece a Él. Nosotros solo administramos lo que nos ha sido confiado. La mayordomía es un principio central en la fe cristiana; nuestras posesiones, recursos y talentos no son realmente nuestros, sino que Dios nos los ha dado para usarlos conforme a Su propósito. ¿Qué creemos realmente? Aquí es donde debemos hacer una reflexión profunda: • Devolver a Dios lo que le pertenece a Él. • O devolverle a Dios lo que creemos que nos pertenece a nosotros. Nuestra percepción sobre la propiedad de nuestros bienes define nuestra actitud hacia la generosidad. Si creemos que lo que tenemos es nuestro, entonces dar se convierte en un sacrificio opcional, pero si entendemos que todo proviene de Dios, dar es un acto de obediencia y gratitud. La realidad es que nuestra vida es temporal. Lo que hoy poseemos, mañana será de alguien más. Las cosas que vienen a nosotros, nos pertenecen y ni terminan con nosotros. Si todo lo que tenemos nos perteneciera realmente, podríamos llevárnoslo al final de nuestra vida, pero no es así. Nuestra mortalidad nos recuerda que solo somos administradores temporales. Cuando partamos de este mundo, ¿qué quedará de lo que acumulamos? nada material nos acompañará. Lo único que trascenderá será lo que hicimos con lo que Dios nos confió. La Trampa de la Insatisfacción Muchas veces creemos que la felicidad está en nuestras posesiones. Sin embargo, incluso personas con riquezas inmensas han experimentado vacío, ansiedad e insatisfacción. La historia nos muestra que algunos de los más ricos del mundo han vivido en desesperación, porque su identidad estaba ligada a lo que tenían, no a quiénes eran en Dios. Pablo nos da una clave poderosa en Filipenses 4:11: “He aprendido a estar satisfecho con lo que tengo.” La satisfacción no viene de acumular más, sino de vivir con gratitud y generosidad. Claves para una Vida Satisfecha La Generosidad Transforma Cuando elegimos dar en lugar de acumular, rompemos el ciclo de la codicia y cultivamos una vida centrada en Dios. La Gratitud Nos Libera Las personas generosas son agradecidas, ven sus bendiciones como regalos de Dios y aprenden a valorar lo que tienen en lugar de enfocarse en lo que les falta. Un Corazón Transformado La verdadera satisfacción viene de un corazón alineado con Dios, no de las posesiones materiales. Vivir con Propósito Vivir en prosperidad no es solo tener más, sino descubrir el propósito de lo que tenemos. Nuestra identidad no debe estar definida por lo que poseemos, sino por cómo usamos lo que Dios nos ha confiado. Así que hoy te invito a reflexionar: ¿Eres dueño o administrador?. La respuesta a esta pregunta determinará, no solo tu actitud hacia la generosidad, sino el propósito con el que vives cada día. Notas por: Obispo Roberto Candelario Resumen por: Pr. Iván García
Dios nos creó a Su imagen y Su ADN ( Génesis 1:27 ), significa que dentro de nosotros está impresa Su naturaleza, y una de sus características más profundas es que Él es un dador. Juan 3:16 lo expresa claramente: “ Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio…” . Dios amó y dio. Dar es parte de Su identidad, y si hemos sido creados a Su imagen, entonces dar también debe ser parte de la nuestra. A veces pensamos en la generosidad solo en términos emocionales o de intención, pero la realidad es que dar es una acción. La salvación fue gratuita para nosotros, pero le costó a Dios el sacrificio de Su Hijo. De la misma manera, extender el evangelio y transformar generaciones requiere inversión, compromiso y acción. El evangelio es gratis, pero hacer evangelio cuesta. Nuestra Misión es clara: alcanzar, restaurar y edificar familias. Para cumplir esta misión , se necesita algo más que buenas intenciones; se requiere compromiso. Parte de ese compromiso es dar: nuestro tiempo, talentos, servicio y también nuestros recursos económicos. No podemos esperar que la misión se cumpla sin esfuerzo ni sacrificio. El lugar donde nos congregamos hoy ha sido una bendición, pero no es nuestro destino final. Dios nos ha mostrado que podemos manejar más, que podemos crecer, que podemos impactar a más familias y preparar un espacio donde nuevas generaciones se desarrollen. Pero para hacerlo, debemos dar un paso más en nuestra generosidad. Cuando hablamos de genética, desde el punto de vista biológico, el ADN es el manual de instrucciones que nos da identidad, y los genes son elementos que determinan características específicas. De la misma manera, en nuestra genética espiritual, Dios ha puesto en nosotros el “gen de dar”. Fuimos diseñados para ser canales de bendición, no estanques de retención. Cuando retenemos lo que deberíamos soltar, algo se estanca dentro de nosotros. La Biblia dice en 2 Corintios 9:10-11 que Dios da semilla al que siembra. Es decir, cuando somos generosos, Dios nos provee más para seguir dando. Es un principio de vida, por ejemplo si la sangre deja de circular, el cuerpo se enferma; si el agua no fluye, se contamina; si la generosidad se detiene, el propósito se estanca. Hoy te invito a hacerte esta pregunta: ¿Estoy viviendo conforme a mi genética de dar? Si Dios nos diseñó con la capacidad de dar, entonces no podemos vivir reteniendo lo que Él nos ha dado. Esta semana, toma un paso concreto en tu generosidad: da tu tiempo, tus talentos, tu servicio y también tus recursos financieros. La visión que Dios ha dado a nuestra casa requiere decisiones y acciones ahora. Juntos, como iglesia, podemos lograr más. No pongamos nuestro enfoque en las dificultades, sino en la solución que Dios nos ha dado. Oremos y pidámosle a Dios que active en nosotros Su genética de generosidad.